9 ago 2012

X-Pyr: segunda crónica de José Isidro Gordito.

Nuestro paso por el Adi no nos dio la alegría que esperábamos. ¿Demasiadas espectativas? Armand decía: “esta montaña será nuestro Nanga Parbat”. Teníamos la esperanza de que todo funcionase y un buen vuelo “quitase” algo de trabajo a este superpiloto. Si Armand tiene la oportunidad de verse en el aire todo puede ser muy diferente, pero parece que la mala suerte se ha cebado con él y quiere que sus
 tobillos sufran más de la cuenta.

Desde fuera, puede parecer que el ritmo de Armand es bajo, pero cuando se conoce su limitación de movilidad, estar donde está ahora mismo se ve como toda una proeza. Ese hándicap ha marcado una estrategia muy diferente con un apoyo constante, arriesgando más de la cuenta pero sin que el beneficio del factor “suerte” haya hecho su aparición.

Nuestro ritmo es muy fácil de seguir por la familia de Armand, que apoya muy de cerca. La presencia de Montse, un pilar fundamental para Rubiella, y la sonrisa de su hijo Néstor, además de la compañía “a ratos” de su tía Mercè, consiguen elevar la moral del maestro quien, a pesar de sus tobillos, lleva sus pies intactos.

Debido a las escasas condiciones de la zona (evidentemente no podemos hablar de malas condiciones generales para el vuelo si se atiende a lo que ocurría, a la misma hora, en otra parte de la cadena...) el vuelo de Armand fue un corto planeo que sólo le quitó algunos kilómetros, y le acercó mínimamente a Burguete. Desde allí se vio obligado a seguir a pie y, desde Roncesvalles, tomar el sendero que conduce al Orzanzurieta (1567 m.) nuestra apuesta para el día siguiente.

Lamentablemente, el día llegó a su fin y Armand no alcanzó la cumbre, aunque se quedó muy cerca de ella, justo en un lugar en el que la senda atraviesa la pista que lleva a la parte más alta, y donde no hay problema de acceso para vehículos. Una nueva noche y, hace sólo unas horas, ascensión, repaso de la estrategia, preparación y ¡a volar! Esperemos que hoy sea el día... Pero no. Rubiella debe aterrizar de nuevo pues las condiciones no son propicias. Un segundo despegue ofrece algo de esperanza, pues consigue remontar hasta una cota que ronda los 2000 metros, pero la gasolina se acaba y el sueño de llegar a Ori, incluso de subirse en esa “cinta transportadora” que comienza en esta parte del Pirineo, se esfuma. Parece que la suerte para este equipo “Gullivair Team” está de vacaciones. Quizás, mañana, esté de vuelta.

Ahora, de nuevo a pie por las proximidades del embalse de Irabia, Armand tiene que volver a sufrir. Salgo corriendo hacia allá...

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