17 ago 2012

X-Pyr: la experiencia de Armand, contada en primera persona.

Es fantástico tener ideas geniales, pero sólo por tenerlas no se es un genio. Lo es quien las hace realidad. Así pues no hay duda, Iñigo Redín es un genio.

¿Cómo transmitir lo que ha sido la X-Pyr? He aquí un trabajo duro y difícil. Duro porque la tarea demanda un tiempo, un dominio de la herramien
ta “escritura” y una concentración como para sudar tinta. Y difícil porque tras el esfuerzo, lo más seguro es que no haya transmitido ni una pequeña parte de lo que se ha vivido estos días. Ese es el siguiente problema, y es que para situar o ponerle contexto a estas pocas jornadas hay que pensar en todos los meses que ha costado llegar aquí. Quizás una película sería lo suyo, pero habría que pedirle a Coppola, o a Bertolucci o a Hitchcock, o a alguna eminencia similar, que se pusieran a trabajar en el tema ;-)

No hay tiempo. 24 horas no bastan. Dormir, no hay más remedio. Quien no descansa no anda. Cuídate, déjate cuidar. No despistes un pequeño detalle porque te juegas la aparición una ampolla. Una pequeña carencia, una lesión. Igual que una gran tormenta empieza con un pequeño cúmulo, los grandes problemas empiezan por un pequeño descuido. La suerte te ronda, la mala suerte, un mal apoyo, una piedrecita que se escurre bajo tus pies, un apoyo perdido y tu tobillo se retuerce (quien confíe en el azar lo lleva claro, o ha de estar dispuesto a que la ley de Murphy le caiga encima sin compasión). Un pequeño golpe de suerte, un paisano que de pronto te rescata de la duda ante el camino perdido. Carretera, asfalto. Si te asalta la pregunta ¿qué hago yo aquí?, ya has perdido, ya te has despistado, abandonas la senda correcta y te quedas atrás. En retaguardia empieza otra carrera, la de no desmoralizarse en tierra mientras los demás vuelan y vuelan y vuelan y…

INICIOS.
“Armand, ponte plásticos en los pies, que no te entre ni un grano de arena en el zapato. Las polainas, tenlas a mano si llueve. Pantalón de lluvia y capelina, también a mano, hay que llegar seco al final del día…” Jose no es mi asistente, es mi ángel de la guarda, el ingeniero jefe, me siento más mimado que el Ferrari de Alonso. Me pone la mejor gasolina, me escoge los neumáticos, me configura el cambio de marchas, el turbo, la inyección y me mantiene informado de lo que le ocurre al chasis, desde los amortiguadores hasta los pistones, el bastidor y la presión del aceite... Yo le dejo hacer y le obedezco, confío en él más que en mi sombra. En tierra no hay discusión, él es quien manda aquí… Me siento feliz cuando me ve llegar al Larrún y me susurra al oído: “eres el que mejor vestido va, los demás han pasado mojados y van a tener muchos problemas en sus pies a partir de mañana, tú no tendrás ni una ampolla”… (premonitorio).
Bajando del Larrún cometo el primer despiste, una tontería que me sitúa 4 kilómetros al este de mi destino. He de afrontar un rodeo y volver hacia el oeste para encontrar el camino, para retomar mi estrategia. Un pequeño error de navegación que convierten una hora de descenso en la pérdida de tres horas. Tres horas necesarias, imprescindibles. Sin ellas, al ritmo que marcan mis tobillos, mañana no llegaré a tiempo de situarme a buena hora en un despegue adecuado. Al día siguiente, a mediodía, el cielo se atiborra de cúmulos, y con cada uno de ellos posibilidades de salir del agujero occidental del Pirineo y acercarse a la gran Autovía del Pirineo Central, a la gran “Cinta Transportadora”. Los que despegan no lo tienen fácil, no les van a regalar ni un kilómetro sin apretar los dientes y manejarse con testarudez ante la turbulencia para seguir restando distancia al destino. Nadie se engaña, ningún piloto desconoce lo que hay. Aquí, o te peleas de tú a tú con las condiciones, o te descabalgas asustado a la primera sacudida.

TIEMPOS DIFÍCILES.
Mis pies están intactos. Ando, ando y ando, pero no hay ampollas, no existen rozaduras. Durante los tres primeros días el cuerpo se adapta al esfuerzo y los dolores afloran en los recodos más insospechados del cuerpo. Es normal, la protesta, el enfado, es una reacción natural del cuerpo, pero sobretodo es un aviso que se debe interpretar correctamente. No es fácil. Yo he tenido la enorme suerte de tener una enciclopedia siempre a mi lado. Un libro abierto con patas, con músculo, con voluntad y con muuuuucho corazón. Un tipo de casta al que todos conocemos cariñosamente por Josito. Esa ha sido mi arma secreta, mi poción mágica. No ha sido mi asistente, ha sido el druida Panorámix de Astérix.
Avanzamos lentos, no llegamos al Adi a tiempo, necesitamos un día más. Por eso decidimos probar suerte en otro lugar, retroceder hacia el maldito oeste pero sabiendo que si la apuesta sale mal llegaremos por otro camino al Adi, nuestra esperanza para salir de aquí y llegar a la “Cinta Transportadora”. Nos subimos, pues, al puerto de Artesiaga para ascender hasta la cumbre del Larrakarte…Murphy se ceba, se ríe de nosotros, pero seguimos andando. Otro día más, llegamos al Adi. Estabilidad, estabilidad, cirros, bruma gris en todas direcciones… calor en el despegue, ufff. Por fin el deseado primer vuelo, pero no hay quien le saque 100 metros a la térmica. Aterrizo junto a Jose en el despegue otra vez. Lo pruebo de nuevo, nada que hacer, me voy en busca de arrancar unos pocos kilómetros al GR11. Le saco 4!!! Desespero. Intento ser positivo: ¡mi primer vuelo en la X-Pyr! Quien no se consuela es porque no quiere…
Orhy por fin. Mientras subimos hacia el despegue conocemos a Josito de la Calzada. Desternillante versión que compartimos en internet con unas imágenes que me destrozan los abdominales cada vez que las veo.
Despego, la belleza del lugar casi compensa las pocas condiciones de vuelo que encontramos. Aterrizo de nuevo junto a Jose esperando una mejora en el techo que apenas notaremos en el siguiente despegue pero que nos permite empezar a pensar en el siguiente destino. Salgo del Orhy transitando desde 2.300. Aterrizo al cabo de bien poco, pero ando una hora y vuelvo a despegar. Esto se anima, el viento es muy fuerte pero la térmica me deriva en la buena dirección. ¡¡2.600!! no me lo puedo creer, qué regalo después de tantos techos a 2.000… Al pasar los 2.500 descubro al culpable de todo. Una inversión descomunal en el horizonte, sólo visible a esta altura, que se ha roto por un golpe de suerte pero que ya no volveré a alcanzar. No hay manera, no alcanzo más allá de 2.300 y con ese techito me tiro desesperado al sotavento del Peñaforca, donde un par de espolones se mantienen soleados entre la sombra general de su cara nor-noroeste. No es el lugar ideal para volar, pero en el Pirineo se remonta muchas veces así si no tienes nada más a qué agarrarte y estás irremediablemente bajo. Una condición para intentarlo: llevarte bien con tu vela. Es mi quinto o sexto vuelo con ella, pero nos entendemos. De hecho nos hemos caído bien a la primera y muy rápidamente nos vamos comprendiendo. Sólo tiene un defecto irremediable para esta prueba y mis tobillos: pesa. Pero eso en el aire no es ningún inconveniente.
Lo intento por todos lados, le hago cosquillas al Peñaforca hasta los higadillos, pero no cede. Aterrizo cerca de Zuriza.

EMPIEZA LO MEJOR.
Al día siguiente retrocedemos un poco para encontrar el mejor ascenso hasta el Ezkaurre. Hoy sí. Dan mucho viento a partir de 3.000 metros pero tras los días pasados, si consigo llegar allí, me parecerá una bendición sentirme arrastrado hacia el este. La mejora es evidente y no solamente despegamos de 2.000 metros sino que todos los picos a nuestro alcance ya tienen esa altura con lo que nos garantizamos estar siempre por encima de la inversión térmica. Despego y esto funciona, funciona, funciona. Pasa el Peñaforca, el Bisaurín, las térmicas saltan como cohetes, muy turbulentas, pero qué delicia cuando tienes una vela que te obedece y que no necesita que estés mucho por ella. Sobre el Bisaurín me enciendo hasta los 3.200 con una alegría tremenda, pero enseguida me doy cuenta de la trampa. A esa altura el suroeste se refuerza y debo volar con el acelerador a tope para que no me lleve hacia el norte, donde a pesar de ver un Midi d’Ossau majestuoso, no me interesa verlo más de cerca para no alejarme de mi ruta hacia Collarada. Las cosas van empeorando rápidamente y con la proa del parapente mirando al sur-suroeste y acelerador a tope, el GPS me indica 80 km/h … hacia el oeste. En cuanto pierdo 200 metros la deriva desaparece pero la descendencia se torna preocupante al acercarme a toda velocidad hacia la Sierra de Aísa. Se desprenden térmicas muy turbulentas en plena descendencia. He de concentrarme muchísimo para conseguir no salirme de ellas y no verme en apuros para mantener la altura. Aterrizar en estos lugares no me motiva nada ni por el aislamiento ni por la cantidad de piedra que veo como única alternativa. Por fin vuelvo a los 2.800 y salgo de la térmica para no volver a verme atrapado por el suroeste infernal, pero en cotas inferiores el viento gira ahora a oeste y a norte (Francia está ya inundada de niebla) y noto cómo se va reforzando a cada minuto… Consigo cruzar Canfranc y, sobre Villanúa, una losa me empuja hacia el suelo perdiendo dos o trescientos metros. Sobre el pueblo consigo girar una térmica que me hace alcanzar los 1.900 y me tiro como un poseso hacia las faldas del Collarada para ahorrarme la subida. Por lo menos los prados son acogedores y amplios. Me deslizo por ellos y esto se vuelve insoportable, rachas descomunales que me suben y bajan como un monigote. Encaro un prado a 2.000 metros y aterrizo marcha atrás, pero airosamente. Estoy muy contento por la decisión de aterrizar y por estar aquí. Marco la baliza andando y sigo andando hacia el este para intentar adelantar camino y despegar desde algún punto cercano a Tendeñera, al día siguiente. Eso me asegura pasar la noche en altura, pero no hace frío y aunque por un descuido he perdido toda el agua, me siento muy bien hidratado y espero no tener necesidad de ganar altura para seguir. Intento alcanzar el collado Marañán pero un cortado de roca que se extiende hasta muy arriba me obligan a plantearme allí mismo mi vivac. Sin agua prefiero quedarme aquí y por la mañana podré descansar mis doloridos tobillos hasta bien tarde. La noche se me hace eterna pero me siento muy feliz. He saludado a Jose y a Montse por radio y las nuevas frontales de Petzl nos descubren su potencia cuando ellos me ven a mí desde Villanúa y yo a ellos como si fueran un faro en medio del pueblo. Increíble!!!
Por fin llega el día y me siento como en la película de Star Trek, a punto de ser transportado hacia otro mundo. Estoy en una frontera aerológica, sin duda. Hacia el este una línea de inversión térmica como un horizonte marino y al oeste una ristra de incipientes cúmulos empiezan a marcar la primera actividad térmica del día. Por fin, despego y me siento cómodo y confiado. El terreno me es cada vez más familiar y empiezo a encontrarme como en casa cuando diviso a lo lejos el Monte Perdido. Pero, cuidado, estoy a 3.500 antes de cruzar el Valle de Tena… y las nubes se apoyan en la cara este del Monte Perdido, ¡¡¡por debajo de la cumbre!!! No doy crédito a lo que ocurre. Sé que estoy a un tiro de piedra del Cotiella y de Castejón si cruzo la restricción de vuelo de Ordesa, pero la línea de cúmulos se mete irremediablemente en el Parque Nacional. Al final, he de abrirme hacia el sur para no verme descalificado por la absurda pero real restricción de vuelo que impera en la zona, y me veo aterrizando tras intentarlo todo por permanecer en altura y seguir saltando crestas. El viento es muy fuerte en el fondo del valle y el “aporrizaje” al norte de Broto es de campeonato. Saltan, asustados, todos los topos del campo, pero nada me duele demasiado.

LA ÉPICA FINAL.
Estoy muy cabreado porque me veía en Castejón a una hora más que decente para seguir por un terreno sobre el que podría llegar a Sort con los ojos cerrados, y marcar la baliza del Orri por poco bien que fueran las cosas. Pero los manejos administrativos, una restricción absurda basada en la ignorancia más supina -pero que es una realidad infranqueable- no me han dejado entrar en “casa”. Me consuela saber que estamos séptimos y me embarga una alegría contenida. Algo me dice que esto no ha acabado. Nunca me hubiera atrevido a soñar con este resultado. Siempre pensamos en acabar, sin importarnos la clasificación. El reto era estar ahí el día que la X-Pyr acabase. El relax me hace tomar las cosas con calma y llamo a Íñigo para decirle que estoy bien. Enterado de la épica que ha habido en el final de la carrera, se me pone la piel de gallina pensando en Íñigo Gabiria e Iván Colás. Les admiro. Este final pasará a la historia del vuelo libre. Estoy seguro de que habrá muchas ediciones de la X-Pyr. No tengo duda porque los que se mueven organizándola lo van a seguir haciendo porque lo necesitan más que el aire que respiran. No podrán abandonar nunca esta carrera. Les puede… ;-) Pero más seguro estoy de que este final no se dará nunca más. Es imposible. Llegar separados ¡por menos de un minuto! No se puede creer.
Mientras hablo con Íñigo, cuando la relajación y la satisfacción por el séptimo puesto alcanzado están haciendo que me sienta en un sueño, sus palabras me despiertan de golpe: “Dani Tena está volando por encima de Collarada”….
Suenan todas las alarmas. Me tomo dos geles (ayer no cené y hoy no he desayunado). Necesito agua para no cargarme el hígado. Recojo todo y lleno el Camelbak en la gasolinera mientras sujeto el teléfono con el hombro. No tengo línea con Jose. Lo intento con Montse, que conduce su furgo tras él: “adelántalo y que me busque un camino hacia el este, rápido.” No sabemos nada de la posición de Dani ni de Alan. Hablo con Jordi Sierras, que está en la moto y no puede conectarse. Hablo con Subi, que me confirma que el track de Dani no está actualizado, y la desesperación me hace prácticamente correr por la carretera. No siento los tobillos (“no siento las piernas, jorrrrrr”). Sigo por la carretera con un calor épico. Me da que me encontraré a Belcebú en la siguiente curva haciendo autostop y riéndose de mí. Me pongo a llorar como un niño pensando en que puedo perder “mi” séptima plaza. Suena el móvil. Subi me confirma con un Whatsapp que Dani no ha podido pasar de Sabiñánigo. Le llamo: “¿Segur Subi? – Segur, segur!!! Me paro, me quito la mochila en la primera sombra que encuentro. No puedo hablar. Le musito a Subi que le llamaré más tarde para darle las gracias. La congestión del llanto y el calor es tal que la nariz me empieza a sangrar como una fuente… Épico!!!
Nos encontramos en el desvío de Buesa. Josito y yo nos abrazamos. Lo que más nos ha hecho sufrir a ambos es el miedo a drefraudar al otro. Me causa tanta admiración su currículum, su entrega y su desmesura por hacer bien las cosas, que no me podría perdonar sentir que le he fallado, que no he hecho todo lo que podía. No puedo imaginarme aquí sin su ayuda.
También le doy gracias a los astros que han permitido que mi familia haya compartido esto conmigo, que se hayan emocionado a mi lado. Sentir constantemente el calor de Néstor y Montse, ¿cómo podría explicar todo esto a quien no lo ha vivido? Me parece imposible. Me siento muy afortunado.

CONCLUSIONES.
Esta edición de la X-Pyr ha sido la más emocionante que nunca existirá. El resultado no puede ser más ajustado, simplemente no hay margen para que lo sea más. No se puede exigir una foto-finish en la llegada. Pero cuidado si a alguien le ha parecido dura en el aire. Desde el punto de vista de quien ha pasado 18 meses de agosto volando a todas horas en el Pirineo, la impresión que tengo es que las condiciones han sido idílicas. Inmejorables. Incluso se diría que los elementos se han aliado con Íñigo Redín para brindarle una competición modélica en cuanto a condiciones meteorológicas. Personalmente he sufrido el exceso de estabilidad en Navarra, otros el exceso de inestabilidad cuando en el Cadí se han elevado a más de 10 m/s entre un caos aerológico tremendo… ¡Pero, ojo! No ha habido ni una sola tormenta en el Pirineo Central. Ni una súbita entrada de norte. Nadie se ha visto atrapado por el Foehn en el fondo de uno de estos cerrados valles que hemos atravesado. El Cotiella es la madre de todas las tormentas en cien kilómetros a su alrededor… Sólo se ha caminado con lluvia un par de días. No se han sufrido trombas de agua, tan habituales en agosto. NO HA HECHO FRÍO en altura (muchos meses de agosto hemos visto nieve en las cumbres centrales tras una pequeña tormenta). Por todo esto, quien quiera repetir en el 2014, que se prepare bien, física y tácticamente. Todos los participantes me han parecido modélicos. Han aguantado hasta lo inaguantable. Enric abandonó con unos pies que darían miedo a un enterrador… Los demás han aguantado situaciones realmente duras. Los vencedores, los cuatro primeros, Iñigo, Iván, Jakub y Alex, me parecen extraterrestres. Me descubro ante ellos. ¡¡¡Chapeau!!! O mejor dicho ¡¡¡Txapela y Barretina!!!
Emotivamente entiendo que el símbolo de Barcelona 92, el amigos para siempre, Freddy Mercury, la Caballé y todo el circo mediático de unas Olimpiadas hace que las cosas se analicen de manera subjetiva de tal manera que es imposible comparar nada. Pero para mi Barcelona 92 no existió. En cambio, la X-Pyr ha marcado mi vida para siempre. Sobre Jose, Íñigo y mi familia, Montse, Néstor y Mercè, me ocurre lo mismo que a los periodistas cuando hablan de Messi: se me acaban los adjetivos. Pero es normal, son los mejores del mundo.
Lo mejor, el abrazo sentido que nos hemos dado cada vez que nos reencontrábamos en el camino. Sin ese calor no hubiera soportado la dureza de la carrera: pura vitamina, puro oxígeno.

Armand

AGRADECIMIENTOS.
A Vertical Sports, a Petzl por tener el casco más ligero y duro (con mucha diferencia) en todo el mundo. También a Petzl por dejarme disfrutar de un auténtico faro en la noche (y no exagero nada) cuando llevas su frontal en máxima potencia. A Camelbak por tener el mejor y más cómodo sistema para mantenerse hidratado que existe. A Julbo por proteger nuestros ojos de los rayos de sol cuando estamos volando alto de verdad. A Thorlo´s porque sus calcetines han obrado el milagro de evitarme las ampollas en los pies. A mis queridos amigos de Orthocomplex porque sus complejos vitamínicos y su asesoramiento han supuesto un auténtico milagro en mi viejo chasis del 60, poniéndolo a punto y ayudándole a recuperarse cada día del esfuerzo diario. Me he levantado cada día como un chaval, como si no hubiera existido el día anterior. Gracias Bruno. Finalmente a Soloclimb porque sus prendas son la requete…. Gracias por vuestros tejidos, por vuestros diseños, por tantos años de investigación, por estar siempre en vanguardia… a pesar de la durísima competencia, a pesar de las imitaciones, de las malas imitaciones que no llegan ni por asomo a las prestaciones de vuestros productos.
Mención muy especial para la vela que me ha acompañado en esta X-Pyr, la Astral 7 de Swing. Apenas pude hacerle dos vuelos para probarla antes de la carrera pero adaptarme a su personalidad ha sido muy fácil. Por un lado sabía lo que me iba a encontrar, ya que los “papás” del parapente hace mucho que trabajan juntos y siempre han sido muy coherentes con la evolución de sus “hijos”. Esta versión 7 es muy distinta a mi Astral 6. Yo destacaría un aumento de prestaciones importante, especialmente con la vela acelerada. Pero la grandeza de esta vela es que la puedes acelerar tanto como quieras con una tranquilidad pasmosa. Alcanza una velocidad altísima con una estabilidad que impresiona. La he manejado en condiciones realmente duras. Muy duras. Nunca se me plegó la vela. Ni una vez. Se movió tanto como quiso, me zarandeó, pero nunca perdí el control ni una décima de segundo. En un vuelo tan turbulento, tan cerca del relieve en muchas ocasiones, esa característica de estabilidad pasa por delante de las prestaciones, de la maniobrabilidad, de la manejabilidad y de cualquier otro parámetro. Pero es que el bicho lo hace todo bien. Un espectáculo. Chapeau Swing Team!!! Congratulations, good job!!!

Gracias a todos los que nos habéis empujado, especialmente a los que hemos descuidado poner un “me gusta” en vuestro comentario. Pediros disculpas si ha sido así. Hemos recibido un cariño constante, a veces desternillante, a veces evocador y siempre emocionante. Como os decía en algún sitio, me siento tremendamente torpe ante la escritura para agradeceros el haber estado con nosotros, tan cerca, tan encima. Un abrazo,… otro más y cuantos más mejor.

Armand

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