17 ago 2012

X-Pyr: la emotiva última crónica de Josito.

Si recordáis, nos habíamos quedado con Armand cruzando Irati y mi menda corriendo a su encuentro. Se presentaba una larga jornada de “paseo por el bosque”.

Tiré, casi sin pensar (depósito de combustible en las últimas), al puerto de Larrau, justo al pie del Ori (Orhi). Quería localizar, cuanto antes, los mejores puntos de despegue para aportar la máxima infor
mación a Armand. Me encontraba en un lugar precioso, pero sombrío desde el punto de vista de la comunicación. Mi piloto tampoco tenía ninguna cobertura de móvil, y la radio no tenía alcance. Coloqué la antena sobre la furgo, pero la emisora tampoco captaba nada. Además, la furgo tenía el gasoil justo para llegar a Isaba, pero mi intranquilidad me obligaba a mover “todo el tinglao” en busca de la “comunicación perdida”. Varias horas después, la señal llegaba. Armand estaba lejos y todo indicaba que tendría que pasar la noche alejado de un punto digamos “civilizado”.

No había tiempo que perder: cené rápido para digerir y poder salir a la carrera, y me dispuse a cocinar algo suculento para... ¡mi niño! Saco de dormir, colchoneta, líquido...
Un rato después, Armand aportaba más datos acerca de su posición y la intuición y el conocimiento de la montaña se combinaron para buscar una ruta “navegable” que nos acercase. Parecía que una pista llevaba hasta él; no sería preciso que yo caminase. Otra vez, era preciso agudizar el olfato para tomar la bifurcación correcta. En pocos kilómetros le deslumbraba con los faros. Uf, menos mal, pensé. Hoy vuelve a dormir “caliente”. Montse venía a cenar con nosotros. El ama de casa tendría que cocinar para tres, je, je...

La marcha comenzaba muy temprano. Había que llegar a Ori con la mayor reserva de tiempo, e ir viendo cómo evolucionaba la atmósfera. Un buitre, posado, bloqueaba el camino. Era un buen presagio al que se sumó el que un quebrantahuesos nos sobrevolase.

Subiendo hacia el despegue, grabamos un vídeo que mezclaba sentimientos y humor, dando prueba de lo animados que nos sentíamos, y que se convitió en todo un “hit” para los internautas que seguían la X-Pyr. Reír destrozó nuestros abdominales, pero catapultó, hacia el cielo, nuestros corazones.

Armand despegó para sondear el rendimiento de diferentes puntos de la zona. Un rato después, volvía a tomar tierra. Demasiada estabilidad, pero había que salir de allí y subirse al tren que transporta parapentes por el Pirineo. Armand comenzaba su periplo a pesar de que una barrera invisible impedía que cogiese altura. Por la cuerda fronteriza se lanzaba hacia la siguiente baliza...

Me encontraba muy ilusionado, pero pocos kilómetros después Armand utilizaba la radio para decir que había tomado en un punto alto, que subiría caminando un poco y volvería a despegar. Escaso rendimiento, pero vuelo muy currado para llegar a Zuriza. Una auténtica lucha épica con el sotavento de Peñaforca que al final conducía al suelo a nuestro maestro del aire. Desde Zuriza, de nuevo a pie, un pequeño retroceso por el camino paralelo al puerto que conduce a Isaba, ponía fin a una nueva jornada.

El día siguiente amanece gris, pero progresivamente va tornándose precioso. Mayor inestabilidad. Hoy sí, Armand...
Mi compañero comienza a caminar. Recojo la furgo como la auténtica “maruja” que soy. Hoy, la mochila pesa más. Subo corriendo hasta cazar a Rubiella; luego relajo el paso pero intento no dejar de currar, fotografiando la progresión del piloto. Las vistas son magníficas: Ansabère, Petrechema... Grabamos un nuevo vídeo que provoca nuestras risas, alcanzamos la cumbre del Ezkaurre en hora y algo y escogemos el mejor lugar para despegar. En mitad de un mundo de piedra encontramos un lugar idílico, con hierba. Aguardamos el mejor momento. Armand se hidrata. Unas nubes cubren el sol, y eso nos inquieta. La insolación se detiene, pero luego se restablece de golpe. Es la hora.

Los buitres giran, pero parece que no suben demasiado, y además derivan una barbaridad. Es un día ventoso. Mi compi sale; yo filmo. Contemplo su progresión después de haberme emocionado al escuchar sus palabras: “algún día tenemos que hacer este vuelo, juntos...”. Para mi, una cosa como esa sería un honor y un placer. La verdad es que, como deportista, verme al otro lado, como asistente, no es algo fácil. Intento dar lo mejor de mi en el papel que me ha tocado, pero sufro cada vez que veo cómo los pilotos cargan sus mochilas, caminan, corren... ¡y despegan! Me invade una envidia terrible. Pero no destructiva; es un bicho interior que motiva, que invita a vivir, a sentir... Lo que vivo es único, pero veo a los demás y quiero, al mismo tiempo, respirar lo que respiran. Unas infinitas “ganas de vivir”, “ganas de aprender” envuelven todo mi ser.

Por fin la suerte nos toca con su varita mágica. No ha sido muy generosa, pero permite que Armand pueda llegar a Collarada y, aunque un fuerte viento obliga a que aterrice un poco por debajo de su cumbre, vale para que marque la baliza y siga caminando. También es mi momento: desciendo 700 metros de desnivel en menos de media hora; la motivación, y la música que suena en el i-pod, ponen alas en mis pies. Hoy me siento “uno de ellos”.
Llego a Villanúa y hablamos por teléfono. Estamos en línea recta, podríamos vernos con unos prismáticos potentes y, por eso, decidimos usar la radio. Varias ideas pasan por nuestras mentes. Hemos adelantado a Dani y Alan y vamos séptimos en la clasificación. Siete... ¡mi número favorito!

Creemos que tenemos esa posición bien amarrada, pero yo no me fío demasiado y, como me gusta morir matando, lío a Armand para que se crea poderoso e indestructible. Lo es; no hace falta que yo trabaje demasiado -y logre convencerle de que la méteo para el día siguiente será perfecta- para que él se lo diga, en voz alta, a sí mismo. Aunque intento orientarle de la mejor ruta en el caso de que quiera descender hacia Vilanúa, sigue caminando a una altitud que ronda los 2000 metros... ¡pero no hacia mi! 



Tomar la dirección del valle de Tena, con la finalidad de despegar de un lugar alto al día siguiente, le obligará a vivaquear y pasar la noche solo y únicamente con las provisiones con que partió cuando nos separamos. Hoy he sido más generoso con “la merienda”; Armand es un tipo duro.

Entra un viento norte muy desagradable. De envolverse en la manta de aluminio, pasará a hacerlo con el parapente. Nos hacemos señales con las frontales. Nos deseamos buenas noches.

Amanece. El suroeste, que aparentemente luego se tornará en sur suave, hace su aparición... ¡qué buena pinta! Armand despega antes que de costumbre. Los cúmulos empiezan a crecer y las aves a girar. “Hoy llegaré a Castejón, exclama”. Aunque ha pasado una noche poco agradable, deslizándose sobre la vela y sin agua (parte se derramó sobre la silla) tiene una gran confianza. Yo sé que, si llega a Castejón, un lugar que es como su casa, llegará muy, muy lejos, acortando espectacularmente la distancia que le (nos) separa de la costa.

La carrera ya ha terminado. Ha sido un final impresionante, que se ha decidido... ¡al sprint! Sí, es cierto, lo siento por los demás, pero... ¡ha ganado mi favorito! Íñigo Gabiria es el vencedor de esta primera edición de la X-Pyr. Tenemos, pues, tiempo hasta las 22:01 para distanciarnos de los perseguidores, que creemos “atascados” más atrás.

Montse y yo hacemos un pacto; confiamos tanto en Armand, y en este fabuloso día que empieza a colmar el cielo de cúmulos, que decidimos saltar Ordesa y poner rumbo a un lugar más alejado, ya en Lérida. Pero una llamada nos devuelve a la realidad: es Armand. Debido a la restricción del espacio aéreo del Parque Nacional ha debido abrise hacia el sur, viento en cara, para rodearlo. Eso pone fin al sueño del gran viaje; hay que tomar tierra cerca de Broto, algo que no es fácil debido al vendaval que sopla.

Ocurre algo inesperado. Cuando todo parece decidido, Rubiella se entera de una noticia terrible: Dani Tena está volando, y ya sobrevuela Collarada. La cobertura provoca un vacío y no puede comunicar conmigo, pero sí con Montse, que me sigue con su furgo: “adelanta a Josito, cruza el coche delante de él si hace falta, pero dile que me busque una alternativa para salir de aquí andando a toda velocidad”. Detenemos los coches, consultamos mapas... ¡pon rumbo a Fanlo, deprisa!

Montse se queda en Barbastro, yo conduzco rápido para ir al encuentro de mi piloto. Por el camino, suena el móvil: Dani Tena (gran chico y excelente deportista, todo hay que decirlo) ha aterrizado en Biescas. La tendinitis de su pierna impedía que acelerase su vela. ¡Somos séptimos!
La alegría nos invade. El objetivo de nuestro equipo era enfrentarnos a la prueba, poder acabarla, pero no habíamos soñado con un triunfo, siquiera con una gran posición. Pero acabar, y escalar puestos, ha sido todo un regalo. Las vivencias, un premio que nunca olvidaremos.

Debo decir que la determinación de Armand, y su lucha hasta el final, se han convertido en un ejemplo no sólo para mi; es algo que hoy, en la meta, no me he cansado de escuchar. El más veterano, que partía con un hándicap que otros no tenían, ha sido uno de los que mejor ha conservado su físico, que no han tenido un solo problema en los pies, pero ante todo, y teniendo en cuenta los problemas que avanzar en última posición durante días, y sin posibilidad de volar, suponen, de los que mejor ha conservado su “mente” para ganar esta batalla. ¡Grande!

El último día ha sido emocionante. Hace pocas horas derramaba unas lágrimas que están volviendo a mis ojos. La impecable organización de Íñigo Redín y su equipo, su sueño, ha hecho que los nuestros se hayan hecho realidad. El ambiente entre competidores, asistentes y organizadores, ha sido fantástico. Y el cierre de esta primera edición de la X-Pyr, un auténtico ejercicio de “hermanamiento”.

Esta mañana he sentido cosas indescriptibles. Gracias al bueno de Jordi Subirana he podido disponer de una vela y, tras aproximar junto a los luchadores de esta prueba, llevando la mochila del maltrecho Enric a la espalda, he podido hacer un vuelito en un lugar magnífico, escuchando los gritos de la gente que ocupaba la playa mientras veían cómo los guerreros aterrizaban en una colchoneta sobre el agua. Evidentemente he preferido tomar tierra en un aparcamiento; ni por asomo mojaría, o llenaría de arena, el equipo de Jordi. He vuelto a sentirme “uno más”; soy un X-Pyrer... ¡para siempre!

Todos juntos, sobre la colchoneta, y después arrojándonos al agua, hemos compartido un espíritu “X”. Extremo en todo; especialmente en sentimientos.

Habrá otras ediciones, sin duda, pero esta ha marcado, y nos ha marcado, de un modo especial. Y gracias a vosotros ha sido aún más grande. No encuentro palabras para agradecer todo vuestro calor. Habéis sido la gasolina de un motor que sólo acaba de encenderse. Nos tendréis en la próxima. 





¡Hasta pronto!

No hay comentarios: